Parafraseando a De Sousa Santos, las mujeres gitanas, las mujeres racializadas, no somos víctimas, fuimos y somos victimizadas y frente a ello ofrecemos resistencia. Resistencia a un sistema patriarcal, capitalista y colonial que nos niega como sujetas, que nos condena a la invisibilidad, a los márgenes, a la zona del no ser. Un sistema que, del mismo modo que nos niega la humanidad, nos niega y nos arrebata nuestras lenguas, nuestros saberes, nuestros sentires. Un sistema que ansía que, de tanto habitar los márgenes, desaparezcamos, bien por asimilación o por exterminio.
Pero, frente a ello, resistimos. Resistimos desde los márgenes, y los resignificamos no como zonas del no-ser, sino como zonas de otras vidas posibles. Otras vidas posibles de las que mucho podemos y debemos aprender si el objetivo de todo esto es el de construir colectivamente otros mundos posibles alternativos al sistema actual que nos violenta.
Por ello, las mujeres gitanas reivindicamos un feminismo que luche contra el sistema capitalista y patriarcal que nos atraviesa a todas, sí, pero queremos tejer colectivamente un feminismo que luche también contra el sistema clasista, racista y colonial que atraviesa con especial fuerza los cuerpos de las mujeres racializadas, nuestros cuerpos.
Queremos un feminismo crítico, sí, pero también un feminismo con capacidad de autocrítica. Un feminismo que no reproduzca las relaciones de poder propias del sistema que pretendemos transformar. Un feminismo capaz de mirarse al espejo, de interpelar a la blanquitud, al privilegio blanco que todavía hoy habita y atraviesa nuestros espacios. Un feminismo que no reproduzca el papel de victimas que desde la sociedad mayoritaria se nos impone, sino que ponga el foco en las bases del sistema y las instituciones que nos relegan a dicha posición, que nos condenan a la condescendía y al paternalismo, por mujeres sí, pero también por gitanas.
Las mujeres gitanas no queremos un feminismo caritativo, queremos un feminismo antirracista y decolonial que incluya nuestras voces y nuestras demandas como propias de su agenda, que nos reconozca como sujetas activas de esta lucha que también es muy nuestra. Un reconocimiento que no ha de darse por compasión, sino por justicia para con las que hemos sido históricamente silenciadas y negadas en la sociedad.
Por ello, queremos tejer un movimiento feminista que no se avergüence de su diversidad, que la respete y, sobre todo, que la celebre. Queremos que el movimiento feminista de Euskal Herria sea construido por todas y para todas, que sea un espacio seguro, un hogar para todas las que hoy estamos aquí, racializadas o no. Queremos que la sororidad gane a la colonialidad y que, entre todas, seamos capaces de derribar muros y tender puentes hacia otros futuros posibles libres de violencia patriarcal y colonial.
¡GORA BORROKA FEMINISTA ANTIRRAZISTA!